Medina del Campo se constituyó durante los siglos XV y XVI como uno de los centros económicos y mercantiles más importantes de Europa gracias a la implantación por D. Fernando de Antequera de las históricas ferias medinenses y su posterior desarrollo fundamentalmente auspiciado por los Reyes Católicos.
Sin duda alguna, esta constituye la principal singularidad de Medina del Campo a nivel turístico; la mayor parte de nuestro patrimonio histórico artístico y cultural, corresponde a este periodo histórico.
Hoy en día, Medina del Campo mantiene su carácter ferial y mercantil. Esto, es una realidad que se hace palpable tanto en los elementos patrimoniales que definen el Centro Histórico y Comercial (Plaza Mayor de la Hispanidad, Fundación Museo de las Ferias, Parque Temático Villa de las Ferias y Reales Carnicerías), en los equipamientos (Centro Comercial Abierto, Mercado Nacional de Ganados y Área del Comercio del Mueble), y en los propios eventos (Domingo Medinense y Plan Ferial).
Todos ellos además, presentan una relación directa con un escenario común: el Centro Histórico, de ahí su denominación como Centro Histórico y Comercial, y de ahí también “Medina del Campo, Villa de las Ferias”.
Los primeros vestigios de asentamientos humanos en estas tierras han sido datados en la Edad de Hierro. Pero sería siglos después, primero con la dominación romana y después con la árabe, cuando el lugar adquiere entidad como poblamiento estable. De los romanos se han encontrado restos arqueológicos en una loma llamada "las peñas" y de los árabes ha quedado el nombre de "Medina". El documento más antiguo en el que aparece citada la población (como "Metina") es una carta de donaciones de 1107. En aquel tiempo ya era una plaza privilegiada por su rapidísimo crecimiento tras la repoblación ordenada por Alfonso VI, y por su disposición defensiva (estaba entonces el pueblo en la margen derecha del río Zapardiel, en los mismos lugares donde hoy se alza el Castillo). En 1258 Alfonso X confirma los fueros medinenses. Fernando IV convoca por primera vez las Cortes de Medina, que celebrarían sesiones a lo largo de los siglos XIV y XV. Desde entonces y hasta hoy, prácticamente todos los reyes o gobernantes españoles han pasado alguna vez por las calles de la Villa.
El reconocimiento internacional de Medina llegó con las Ferias. Pero aquel esplendor no estuvo exento de sobresaltos: en 1492 un incendio fortuito arrasó 260 edificios (como consecuencia del hecho, nació la "Ordenanza de fuegos", de la Reina Católica). Otro incendio, esta vez provocado por las tropas de Carlos I, en agosto de 1520, redujo a cenizas veintiocho años después más de 900 casas. El hecho, acaso el más heroico y luctuoso de su historia, fue consecuencia de la resistencia que los vecinos opusieron al ejército de Carlos I durante la Guerra de las Comunidades, cuando se negaron a entregar la artillería con la que los imperiales pretendían arrasar la ciudad de Segovia.
Desde principios del siglo XVII y hasta la llegada del ferrocarril a mediados del XIX, la localidad va conociendo un lento languidecer. Sólo la imprenta medinense (acaso heredera de aquellos magníficos escribanos antiguos) mantiene en alto el buen nombre del lugar.
Pero un nuevo renacimiento llegó con la actual centuria: Medina del Campo se asienta en la modernidad recuperando su importancia en las comunicaciones terrestres entre el sur y el noroeste peninsular, tanto por tren como por carretera. El sector servicios, la agricultura y la industria de transformación (sobre todo el mueble) se convierten en el motor económico. El censo de población pasa de los 2.760 habitantes en 1850, a los más de 20.000 de la actualidad.
Medina del Campo es una de las tres cabeceras de Partido Judicial de la provincia.
La riqueza económica ha ido pareja a la riqueza artística y monumental. Fueron los siglos XV y XVI, cuando se levantaron la mayor parte de los edificios civiles, religiosos y militares de la Villa. Aunque por el camino del tiempo se perdieron algunas importantes construcciones (las murallas y sus puertas; algunos palacios; una docena larga de iglesias, conventos y monasterios...) aún hoy puede verse buena parte de aquel pasado arquitectónico de esplendor.
El casco antiguo fue declarado conjunto histórico artístico en 1978.
Castillo de La Mota
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